Éste es uno de los temas que salen con más frecuencia en las conversaciones y que más cuesta explicar. Creo sinceramente que una de las cosas que hace grande el matrimonio es que es irrevocable, es decir, que no tiene marcha atrás porque es, en esencia, una entrega, un regalo de toda la persona a quien más quieres, regalo que es -debe ser- para siempre so pena de convertirse no en regalo sino más bien en préstamo, usufructo, alquiler... Por eso cuando el regalo -el matrimonio- es verdadero ninguna decisión posterior puede anularlo, ni la decisión de los dos esposos, ni la de un juez, ni las acciones de ninguna de las dos partes. La infidelidad no es una excepción.
Así pues, si el matrimonio es verdadero, la infidelidad no es causa de nulidad. Digo lo de "si es verdadero" porque a veces la infidelidad, especialmente cuando se ha producido poco después del matrimonio, es indicio de que el matrimonio no fue tal, no hubo verdadera entrega de toda la persona, indicio de que la infidelidad futura, ya estaba, de algún modo, presente en el momento del consentimiento.
Pero, insisto, si el matrimonio es verdadero ninguna decisión posterior puede anularlo. Quizá no sea posible la convivencia, a lo mejor es mejor separarse pero el matrimonio continúa, los esposos seguirán siendo -hasta que la muerte los separe- marido y mujer.
Precisamente hace algunos días el Papa calificaba de precioso "el sacrificio ofrecido por el cónyuge abandonado o que ha padecido un divorcio, si —reconociendo la indisolubilidad del vínculo matrimonial válido— consigue no dejarse "implicar en una nueva unión … En tal caso su ejemplo de fidelidad y de coherencia cristiana asume un particular valor de testimonio frente al mundo y a la Iglesia".
Muy alentador el último párrafo con las palabras de su santidad.
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