sábado, 31 de enero de 2015

¿Matrimonio sin hijos?

Hace una semana el Papa Francisco ha vuelto de Filipinas, ahí hizo unas declaraciones que transcribo a continuación: "Un hombre no puede casarse sacramentalmente con una mujer ni una mujer con un hombre si no están de acuerdo sobre este punto de estar abiertos a la vida. De tal manera que, si se puede probar que él o ella se casaron con la intención de no estar abiertos a la vida, ese matrimonio es nulo; la apertura a la vida es causa de nulidad matrimonial…"

El Papa habla de la apertura a la vida como requisito necesario para contraer válidamente el matrimonio, esta apertura consiste en el deseo efectivo de tener hijos, otra cosa es que luego pueden o no venir, la esterilidad, lógicamente, no es causa de nulidad, pero esa intención de engendrar vida pertenece a la naturaleza del amor de los esposos de tal manera que si al contraer matrimonio uno de los dos o los dos hubieran decidido no tener hijos el matrimonio sería nulo. ¿Y esto sucede?


Pues sí. Sucede, por ejemplo, en personas con un perfil profesional alto, con una dedicación muy intensa que se entregan de tal manera a su carrera que excluyen todo lo que pudiera ser obstáculo para ella, incluídos los hijos. Una decisión semejante puede ser también fruto de una mala experiencia en la niñez, un trauma o algo parecido que lleva, como decía en una ocasión una mujer en declaración "no quiero tener un hijo para que sufra lo mismo que he sufrido yo...", aunque en este caso se podría hablar quizá no solamente de exclusión sino a lo mejor de capacidad.

Esta decisión, por último, puede ser explícita o no antes de la boda. En este último caso el novio/a contesta con respuestas esquivas al deseo de su pareja de tener hijos pero teniendo claro que nunca los tendrá. Después de la boda aquel que excluye los hijos hará todo lo posible para que las relaciones sean infecundas utilizando, en la mayor parte de las ocasiones, anticonceptivos.

Como siempre lo mejor es no tener que llegar a estos extremos, ser muy sinceros en el noviazgo, hablar de todo, preguntar bien y escuchar al otro, en fin, prevenir. Más vale prevenir que curar.

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